¿DEBE PREOCUPARNOS CUÁNDO LOS NIÑOS Y NUESTROS COLABORADORES DEJEN DE HACER PREGUNTAS?
“If you want the answer—ask the question.”
― Lorii Myers
Mi hija Emma inició sus 5 años de una manera fascinante. Mientras la veíamos crecer y decir las cosas con más propiedad, llegó una nueva etapa que nos sorprendió a todos (aunque ya sabíamos que iba a ocurrir porque nos sucedió con mi primer hijo Leo); la época de las preguntas.
Comenzó a preguntar acerca de todo: desde cuestiones de física, biología, lenguaje y hasta de filosofía (aun cuando no tiene idea lo complejas que pueden ser sus cuestionamientos). Nunca podré olvidar preguntas como; ¿Papi, por qué los números deben sumarse? ¿Por qué la leche es blanca?, ¿Qué significa ermitaño? ¿Cuántos días faltan para mi cumpleaños? ¿Por qué tenemos que decir gracias? ¿Dónde está Dios? ¿Por qué te dejaste el cabello largo si no eres niña (jajaja debo confesar que esta me agarró desprevenido) y, (entre muchas otras simples y otras muy interesantes); ¿Por qué ese hombre que canta está tan enojado? (cuando estaba escuchando una banda de rock muy pesado llamada MUDVAYE).
Su campo favorito es las matemáticas y los cálculos. Constantemente nos pregunta cosas como: ¿Cuánto es un millón por 1.000? ¿Cuánto es 1 + 7 millones? ¿Cuánto es 3 billones más 1? Entre muchas más.
Hasta ahora no sé cómo responder con la rapidez que ella necesita esos cuestionamientos. En el libro A More Beautiful Question: The Power of Inquiry to Spark Breakthrough Ideas de Warren Berger en un pasaje citando a Alison Gopnik, (Phd, Development Psycolochist) menciona la gran acertada frase; ¨los niños son la división de investigación y desarrollo de la especie humana¨.
Concluye mencionando que: si a los niños se les permite hacer dichas investigaciones, sus propias preguntas y diferentes formas de experimentación sin estar cargados de instrucciones, su desarrollo creativo y curioso será enorme.
Con Leo nos pasó lo mismo, actualmente tiene 11 años y continúa preguntando. Cada vez, con menos frecuencia, por cuanto él ya sabe que tiene la habilidad de encontrar las respuestas por sí mismo y, a algunas curiosidades las resuelve a través de su inteligencia intuitiva que se ha ido desarrollando. O por: investigación propia, lectura y el aporte de sus maestros de escuela.
Es evidente que el proceso de hacer preguntas va disminuyendo conforme vamos cumpliendo años (nos llenamos de información (útil e inútil)). Aparentemente tenemos un depósito que está ávido de llenarse y por eso preguntamos y cuestionamos todo cuando somos niños, pero conforme avanzamos en edad y a ese depósito lo hemos llenado con la información que necesitábamos y no necesitábamos, la curiosidad se fue esfumando y extinguiendo.
A nivel académico, en mis 16 años de experiencia en docencia en educación superior, he podido observar y comprobar con colegas tanto en Ecuador como en otros países de Latinoamérica que menos del 10% del alumnado hace preguntas. En el caso de alumnos de Masterado el resultado se eleva a máximo 18%. El resto se refugia en el anonimato. De ese 10% que llega a preguntar tan solo un 40% hace preguntas posteriores, pero principalmente vinculados a trabajos pendientes, talleres o aclaraciones. Tristemente el porcentaje de estudiantes que hace preguntas no relacionados a lo académico sigue siendo limitado e insuficiente.
¿Necesitamos gente curiosa? Siempre
Es impresionante ver cómo un niño podría hacer hasta hacer entre 200 a 300 preguntas al día, pero un adulto no llega ni a la décima parte de ello. El problema no radica necesariamente en la cantidad de preguntas que se hacen, sino en las respuestas que se encuentran y si estas son lo suficientemente inspiradoras para que siga preguntando.
A nivel parejas, en época de conquista, todo es preguntas. Posteriormente asumir es uno de los verbos más comunes dentro de la comunicación y relación.
A nivel empresarial, en casi 20 años de consultoría he podido determinar un patrón similar. Si bien es cierto los espacios de interacción y generación de preguntas tienden a aumentarse debido a ciertas culturas donde el empoderamiento y voz del personal es parte del leitmotiv de la empresa, sin embargo, la tasa de preguntas desde los empleados hacia las gerencias o jefes en temas relevantes, sigue siendo baja.
Lauren O´Donnel (Great Place to work) menciona que …¨Como adultos, hemos aprendido por error a dejar de hacer preguntas, aunque es la clave fundamental para abrir puertas al conocimiento, si no a la sabiduría”
Dentro de los procesos de generación de la cultura organizacional y los valores no se encuentra como un plan, actividad, iniciativa que involucre el buscar que los empleados hagan más preguntas y aporten. Parece que a los jefes tampoco les importa o les interesa que se cuestionen y que la curiosidad no sea un valor compartido en la empresa.
Steve Keting menciona ¨ Los líderes que están dispuestos a escuchar aprenden exactamente cómo demostrar a su gente que se preocupan por ellos¨
Los empleados que dejan de hacer preguntas lo hacen principalmente por:
- Tienen miedo a preguntar, Basado en inseguridades personales y/o previos traumas adquiridos al hacer preguntas y no tener buenas experiencias.
- Tienen miedo a la respuesta, en la manera que pueda afectar su imagen y a que tenga que comprometerlos a algo más.
- Tienen miedo a la persona, a quien dirigen la pregunta y dicha falta de confianza es un elemento disuasivo.
- No tienen tiempo, sienten que preguntar les ocupará
- Están completamente abrumados, (de trabajo) y no necesitan (deliberadamente) meterse en un problema adicional.
- Los canales de comunicación no son los apropiados, y reposan en sugerencias o mails que no son tomados en cuenta.
- El jefe – líder no inspira, En este punto no es cuestión de miedo sino de falta de credibilidad. Adicionalmente no tienen habilidades de comunicación.
- Sienten que pierden, ya que saben que no van a ganar nada al final.
Sin embargo y curiosamente la razón que mayormente ocurre es que los jefes no permiten (consciente o inconscientemente) hacer preguntas debido a que estos:
- Generan un ambiente poco seguro en donde preguntar puede ser un riesgo,
- La confianza que les tienen es limitada y solo responde a espacios en donde se permite preguntar,
- Las relaciones son extremadamente políticas y distantes y sólo se sienten cercanas en eventos culturales, cumpleaños, aniversarios y/o logros importantes de la organización,
- Existe una cultura organizacional densa, impenetrable y celosa en donde, indirectamente obligan a los empleados a esconderse en el pluralismo y anonimato, entre otras
En un estudio de Interact publicado en officevibe.com (616 gerentes a través de Harris Poll) mencionaba que el 69% de los gerentes se sienten incómodos al comunicarse con sus empleados y un 37% se sienten de la misma manera dando feedback sobre el desempeño.
¿Los gerentes / jefes / líderes, debido a esta incomodidad, están reduciendo la oportunidad de escuchar las preguntas de sus empleados y responder sus inquietudes y/o sacar ideas novedosas para ser implementadas en los procesos diarios de generación de valor?
Como menciona Dave Marcun de Business Think, muchos gerentes les pagan a sus empleados para que piensen como ellos. Para complicar el escenario incluso cuando se permite que los empleados den su opinión o pregunten ya saben o sienten que está ¨manipulado¨ el resultado o la respuesta.
A la gente se le ha enseñado a pensar para satisfacer las necesidades de la era industrial, no de la era post industrial…Debemos equipar a las personas con nuevas destrezas de pensamiento. GARY HAMMEL
Muchos empleados sienten que no vale la pena preguntar debido a que es como jugar a TRES EN RAYA (Tic tac toe) sabiendo que, cualquiera que sea tu movida, sabes que la decisión ya está tomada, sabes que vas a perder y no tiene caso aportar más a futuro.
Este tipo de líderes, poco inspiradores deterioran el compromiso y la capacidad de generar más cuestionamientos que permitan aprendizaje conjunto.
Lo triste de esto, es determinar que muchos gerentes han perdido la curiosidad de conocer las preguntas que tienen sus empleados y las ideas detrás de esas preguntas.
¿Qué sucedería si yo dejo de responder a las preguntas que hace mi hija (por más absurdas o complicadas que parezcan)? ¿Cuál es el efecto de no darle la oportunidad de que pregunte? ¿Qué sucederá en su cabeza si siente que la empujo a que pregunte sólo en los temas que a mí me interesan? Y finalmente pero no menos importante ¿A dónde va esa curiosidad si no hay los espacios para hacer las preguntas?
Sabemos el efecto de las respuestas a estas últimas preguntas, lo que me lleva a pensar en que: ¿No será momento de dejar de lado la típica organización y sistema jerárquico tradicional en donde las personas tratan de pensar y alinearse a sus jefes en lugar de adecuarse a lo que busca la organización?
Es el momento de re dirigir la curiosidad no solo al mercado – clientes sino a nuestros colaboradores escuchando y tratando de responder a sus preguntas. Podemos generar un ecosistema co-creativo sin precedentes. ¿Debe preocuparnos cuando los niños y nuestros colaboradores dejen de hacer preguntas? La respuesta es un SÍ definitivo.
Corrección de estilo; Katherine Mera. Contacto: kathemerap333@gmail.com